martes, 7 de octubre de 2008

NEOPOSITIVISMO Y ORDENACION TERRITORIAL


Como algunos de mis lectores conocerán y seguramente mejor que yo, las consecuencias políticas del positivismo, corriente filosófica que surge en el siglo XIX y que tiene como planteamiento fundamental que el único conocimiento válido es el que proviene de la investigación científica, es que sencillamente solo pueden gobernar quienes posean este conocimiento. El positivismo en Venezuela camino de la mano de Juan Vicente Gómez bajo la tutela teórica de Laureano Vallenilla Lanz con su libro Cesarismo Democrático quien claramente exponía que en Venezuela no podría haber democracia, mientras el pueblo no fuera educado en la ciencia, por tanto y para el bien de ellos, tenían que calarse a su dictador.
En una discusión que tuve en días pasados, plantee que la tesis marxista era fundamentalmente post-positivista. Solo que en este caso, el único que sabía lo que iba a pasar en el planeta, no eran los científicos, sino Carlos Marx, quien se convirtió en una especie de guía espiritual de la nueva era, bendecido al igual que el Papa, por el don de la infabilidad. Los regímenes llamados comunistas, no podían permitir democracias representativas, puesto que para el bien de la gente, el poder tenía que estar en el Partido y en las directrices de los exegetas marxianos que interpretaban lo que había querido decir el profeta cuando escribió “La Contribución a la Crítica de la Economía Política”.
La Ley de Ordenación del Territorio sigue la línea del positivismo racionalista. Existen personas iluminadas que son los únicos conocedores de nuestro destino. Al igual que los testigos de Jehová y los milenaristas, habla de una edad plateada y otra edad dorada. Esto indica que la ley nace una inspiración profética. En el proyecto de ley se establece que el mejor uso de los suelos lo sabe alguien del régimen y por tanto debemos acatar las directrices de los iluminados quienes dictaminarán donde hay que sembrar papa y donde yuca; o donde vender fotocopias y donde pollo en brasa. Y los gobernadores y alcaldes, pues bien gracias, ellos al no poder acceder al conocimiento oculto de las oficinas del MINFRA tendrán que calarse, como diría Laureano Vallenilla, a sus Autoridades Regionales.

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