jueves, 21 de agosto de 2008

ALGUNAS PRECISIONES TERMINOLÓGICAS


Entre las definiciones que el Diccionario Real de la Academia Española da al término Reserva me permito tomar dos de ellas, la número 8 que la entiende como aquella “parte del Ejército o Armada de una nación, que terminó su servicio activo, pero que puede ser movilizada” o la nueve que la define como el “Cuerpo de tropas de tierra o mar, que no toma parte en una campaña o en una batalla hasta que se considera necesario o conveniente su auxilio”

Hasta este régimen ese era el uso natural de una reserva militar. Un contingente que sería utilizado si la circunstancia lo ameritaba, porque para las tareas de rutina existe el servicio activo. Por supuesto, que para estar presto al servicio de la patria, a los miembros de la reserva no se les podía dejar engordar, ni que perdieran las aptitudes y destrezas físicas y mentales aprendidas durante el tiempo activo, así que de vez en cuando resultaba conveniente llamarlos para que mantuvieran un entrenamiento mínimo, por aquello que es bueno reparar el techo de la casa, cuando hay sol y no cuando esta lloviendo.

Si la tarea de la reserva era el auxilio de la tropa regular, por supuesto que su llamada a servicio debería ser a uno de los cuerpos regulares del ejército, entiéndase Ejército para apoyar las actividades en tierra o Armada cuando el soporte se requiriera en el mar. En este contexto ¿Cuál es la tarea de la milicia? Acudo nuevamente a los textos virtuales de referencia y esta vez me asomo a Wikipedia y salta esta definición: “Una milicia es el grupo formado por la unión de varios ciudadanos que se organizan para proporcionar defensa o servicios paramilitares a una causa o región” …y sigue ampliando el uso del término: “…puede servir para suplementar las fuerzas armadas, o puede oponerse a ellas, por ejemplo como resistencia a un golpe de estado militar”.

En este punto ya comienza a tener sentido su incorporación en la nueva Ley de Fuerzas Armada Bolivarianas Por alguna razón el gobierno no tiene confianza en su institución militar y necesita crear un cuerpo personal que la defienda de un ataque que pueda provenir de ellas. Por tanto más efectivo que la valeriana para aplacar sus nervios, crea la milicia. En este contexto busco una nueva definición que parece se ajusta al nuevo rol: “la guardia pretoriana era un cuerpo militar que servía de escolta a los emperadores romanos”. Ave Caesar.

domingo, 17 de agosto de 2008

COMENTARIOS BANALES SOBRE 26 DECRETOS


Sobre el último día.

Muchos concienzudos políticos y analistas vieron en la aprobación de 26 decretos con rango y fuerza de leyes, como una emboscada minuciosamente preparada contra la sociedad democrática, elaboradas detalladamente desde las salas de simulación utilizando para ello los más sofisticados software provistos por la empresa Rand. Siento que debo separarme de la línea argumental de mis colegas accidentales, porque en Venezuela es ampliamente conocida de la aplicación del principio japonés de Justo A Tiempo. Solo que si bien en ellos es una forma de manejar los inventarios de manera más eficiente, en Venezuela es producto de la improvisación y del hecho de dejar todo para última hora. Solo cabe pensar que algún avispado funcionario le habrá recordado al presidente que faltaban dos semanas para que se venciera la habilitación y éste habría puesto a correr a todos sus ministros y equipos gubernamentales.

Sobre la no participación.

Por más que se empeñe en afirmar que esta es una democracia protagónica y participativa, Venezuela sigue siendo un régimen donde priva la representación y hasta la usurpación en las funciones públicas. La presencia de la gente en la elaboración de las normas públicas a lo sumo lo que queda es en un simple show donde se recogen unos papelitos, que luego pasan a llenar las papeleras de los despachos públicos. Con un gobierno pensado más en la campaña que en la ley habilitante, y con leyes que había que elaborar a la carrera sencillamente no hubo tiempo para montar el teatro de la participación.

Rosales Generalísimo

Leo el Decreto aprobado Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas Nacional Bolivariana e imagino en un futuro a Rosales electo presidente. Esta de uniforme militar con el máximo rango previsto por las Fuerzas Armadas, lo acompaña Barboza como Ministro de la Defensa y da las órdenes de cómo enfrentar la invasión americana. Lo imagino al frente de la milicia popular bolivariana comandados por los jefes territoriales, casualmente todos maracuchos. Chavistas medítenlo.

viernes, 8 de agosto de 2008

LO QUE QUIERE UN CLIENTE BANCARIO


Desde que los japoneses impusieron la moda de la calidad, la palabra servicio al cliente comenzó a tener contenido. La filosofía japonesa fundada en el código del honor y el servicio a una causa como principio vital, cuadro perfectamente con las enseñanzas de W.E. Deming y desde entonces, ciertamente ha existido una revolución en el servicio al cliente. El poseer un negocio dejo de ser solo un asunto de ganancias y costos, y se convirtió en una filosofía de satisfacer al cliente incluso más allá de sus expectativas.

Una propaganda repite incesantemente en una radio “¿Qué es lo que quiere un cliente bancario?” Y la respuesta inmediata que se repita hasta el cansancio es “seguridad”. Y no es para menos, luego de los malos ratos que provocara en Venezuela el manejo inescrupuloso de la banca a finales de los ochenta y comienzo de los noventa.

Antes de la crisis financiera la banca vendían rentabilidad. Después vendían seguridad. Los que conocen de número saben que la riqueza depende más del esfuerzo de la gente y de la disposición a invertir que de las tasas pasivas que otorga la banca, sobre todo cuando estas ni siquiera llegan a compensar la inflación. Así que no será los intereses lo que harán rico a nadie.

En este punto el tema de la compra del Banco de Venezuela por parte del gobierno nacional resulta interesante. Puesto que la seguridad de los clientes comenzara a ser respaldada por los impuestos y no por la calidad de su cartera de préstamo, por tanto los clientes podrán estar tranquilos porque seguridad en los depósitos no se verá afectada por desmejoras en las colocaciones de los fondos del banco.

Ahora en lo que a mi particularmente me atañe, no es tanto lo seguridad, puesto que no es mucho lo que tengo que cuidar, sino el trato que me dan como cliente. La posibilidad que a través de Internet realizara mis operaciones bancarias, una atención rápida y oportuna, con funcionarios especializados y con una filosofía de atención al cliente. Como conozco el servicio prestado en las oficinas gubernamentales y el trato a sus visitantes y como en lo particular no quiero ese trato como cliente bancario, seré uno de los ahorristas que buscará otros rumbos para el resguardo de mis pequeño capital.

miércoles, 6 de agosto de 2008

REGATEAR EN LA POSTMODERNIDAD


Una de las características de la modernidad es la posibilidad de relacionarnos sin que medie entre las personas mayores nexos que convivir en un mismo espacio y tiempo. Por el contrario, en las llamadas sociedades tradicionales las relaciones interpersonales estaban pautadas por el conocimiento y la relación previa que existía entre un individuo y otro. En otras palabras uno de los rasgos de la modernidad se encuentra en que las relaciones pasan a ser impersonales y empiezan a ser regidas por las instituciones.

Las instituciones son básicamente las reglas de juego que una sociedad establece para pautar las conductas de los individuos en una sociedad. Esto lo que significa en realidad que cualquier acción que realicen los individuos van a estar marcadas por ciertas normas que serán aplicadas indistintamente de quien sea, con excepciones previstas igualmente de manera impersonal.

Dentro de estas instituciones se encuentra el mercado como mecanismo impersonal para la provisión de bienes y servicios. Las personas que demandan un bien o servicio a quien solemos llamar compradores a fin de satisfacer alguna necesidad acude a un lugar donde personas que se conocen como vendedores, ofertan estos bienes deseado y están dispuesto a entregarlos con una condición, que el comprador pague el precio que está establecido por éste artículo.

Por razones propias de las políticas monetarias y comerciales aplicadas en Venezuela, los precios en Venezuela se están incrementando de manera irregular y aceleradamente. Pero las autoridades en lugar de corregir las políticas que ocasionan los incrementos en los precios, no tienen mayor ocurrencia que pedir a los consumidores que negocien los precios con los comerciantes. Es decir que incorporen en sus prácticas de compra, costumbre propia de las sociedades tradicionales, donde el precio no responderá a la lógica del mercado, sino a las relaciones particulares que se establezcan entre vendedores y compradores. Mientras que el mundo se debate por su ingreso a la posmodernidad, en Venezuela todavía se impulsan reglas propias de las sociedades medievales, como el treque y el regateo.