martes, 26 de junio de 2007

Mataos los unos a los otros


Venezuela ocupa el dudoso honor de ser el país más violento de América Latina, desbancando de ese sitial a países con larga tradición como Brasil y Colombia. Por más que un ministro que nunca ha sido capturado en una mentira como Carreño, lo diga, los índices de muertos por homicidios, no tienen nada que envidiar a países con graves conflictos internos como Irak.

La mención de Colombia en el párrafo anterior no es casual. País que se convirtió en el reino del “sicariato”, donde los carteles de la droga parecían haberse adueñado y haber impuesto su reinado de terror, poco a poco ha ganado terreno frente a las actitudes belicista de guerrilleros, paramilitares y puesto a raya a los narcotraficantes.

Pero la guerra al hampa en Colombia, no solo ha sido un logro de las políticas nacionales impulsadas por Uribe. Quizás más importante que los infructuosos acuerdos de paz, han sido las políticas públicas que en aras de la seguridad ciudadana se han implementado a nivel local. Ciudades famosas por sus escenas de violencia, como Bogotá y Medellín hoy mantienen unos niveles de criminalidad controlada, para alivio de sus conciudadanos y visitantes.

Quizás entre el conjunto de políticas más importantes implantadas en la nación vecina se encuentra el desarme de la población. Sin ciudadanos armados, la posibilidad de utilizar armas para atracar y matar disminuye notablemente.

Como no es de extrañar, con un gobierno que avanza en sentido contrario a la historia, los recientes discursos del líder de PSUV y también Presidente de la República, proclama la necesidad de una policía popular, de un ejército popular y sueña, como refirió en un reciente discurso, con que cada venezolano posea un fúsil, mientras invita a los Consejo Comunales a cumplir labores policiales debidamente armadas. Con estas políticas públicas promovidas desde Miraflores, seguramente pronto accederemos al sitial de honor entre los países más violentos de nuestro planeta.

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