domingo, 20 de mayo de 2007

Libertad, capitalismo y socialismo

Un pequeño problema tiene los regímenes socialistas, requieren de un Estado opresor para obligar a la “solidaridad” de sus ciudadanos. A diferencia del capitalismo, que nació naturalmente a partir del desarrollo económico de las sociedades, cuando todo se convirtió en mercancía y la sociedad en un mercado para la transacción de bienes y servicios, el socialismo requiere restringir la libertad humana para serla viable.

Mientras el capitalismo necesita y se nutre de la libertad, el socialismo requiere de la opresión. La creación del hombre nuevo no deja de ser una fantasía en manos de unos ilusos, que para pensar bien, podemos creer que son bienintencionados.

La lógica del capital es que cualquier persona puede aprovechar sus proyectos personales para su beneficio personal. Siempre que no le haga daño a nadie, pocos se pueden oponer a esta forma de pensar. Es más, a partir del beneficio particular, todos los que de alguna manera se relacionan con él, comienzan a estar en una mejor situación.

En la lógica del socialismo priva el bienestar colectivo, pero al aplicar este esquema a la naturaleza del hombre “racional egoísta” comienza a privar la ley del mínimo esfuerzo y cualquier requerimiento de trabajo adicional, solo es posible a partir de la obligatoriedad.

Mientras que en el capitalismo privan los incentivos de carácter positivo, es decir se trabaja por los beneficios que de él se obtienen, en el socialismo privan los incentivos negativos, el trabajo es una obligación y solo se realiza para evitar los castigos. De allí que mientras los países capitalistas progresan a partir de los desarrollos individuales, los países socialistas se estancan tecnológicamente y pocos son sus ciudadanos que buscan progresar, y si lo hacen es a través de actividades al margen de lo permitido por el Estado. No en vano, China luego de la revolución cultural dio rienda suelta a la libre iniciativa y a la consagración de la propiedad privada como un derecho fundamental de sus habitantes, y todos los países, sin excepción asumen abiertamente el capitalismo, una vez liberados del yugo proveniente del estado.

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