viernes, 19 de diciembre de 2008

FELIZ COINCIDENCIA


Coincide el Doctorado Honoris Causa que la Universidad Simón Bolívar otorgara a Mario Vargas Llosa, con la relectura de su novela Conversación en La Catedral. Allí se describe la debacle moral de Perú, bajo la dictadura del General Odría. Al igual que en La Fiesta del Chivo, el protagonista es la condición humana bajo la opresión política. Ésta siempre conlleva necesariamente la pérdida de la dignidad humana. La humillación de los que piensan distinto, a quienes se les priva de toda posibilidad de llevar una vida decente, a quienes se les encarcela, se les quita sus medios de vida, obligándolos a emigrar para subsistir o evitar la cárcel y la persecución.
O un envilecimiento, mucho más perverso, el de oportunistas inescrupulosos, que por obtener beneficios del poder son capaces de cualquier cosa. El dictador y sus secuaces. Llámese Cerebrito Cabral, quien para congraciarse con Trujillo entrega la virginidad de su hija al dictador, llámese Cayo Bermúdez, oscuro agente que por su eficacia para detener conspiraciones logra escalar las más altas posiciones durante el ochenio de Odría, todo esto sin atender los más elementales derechos humanos.
Como es de esperar de un intelectual que ha dedicado su vida a la defensa de la Libertad, su estadía por Venezuela, no pudo pasar inadvertida. Como cualquier venezolano que intuye las intenciones de los que gobiernan, este hijo de Perú, conoce que tras la trampa de la reelección indefinida se encuentra el germen del autoritarismo que el describe muy bien en estas novelas. La degradación moral de los empleados de PDVSA, la privación de libertad de Simonovis, Forero, Vivas y los ocho policías presos sin juicio, la conducta abyecta de los emisarios del poder moral, o de los magistrados del tribunal Supremo de Justicia, quienes renuncian a la majestad de su cargo por las prebendas del poder. Quizás tengamos que hacer el símil y preguntarnos como Zavalita ¿En qué momento, se jodió Venezuela?

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