domingo, 17 de febrero de 2008

EL LÍO EN QUE NOS METIÓ RAFUCHO

Por alguna razón la sucesión creyó en nuestro hermano Rafucho y su vena para los negocios. La herencia era buena, pero todos sabíamos que había que ponerla a producir so pena que la inflación y nuestra dispendiosa vida se comieran los ahorros de toda una vida de nuestros padres. A pesar que muchos lo considerábamos la oveja negra de la familia, como era avispado y simpaticón le dimos el poder para administrar los negocios sobre los que la sucesión tenía injerencia.

Algo impetuoso Rafucho, un día nos enteramos que había se había peleado con Donald y le había pedido que se fuera de una de nuestros negocios si no aceptaba sus nuevas condiciones. Éste era un viejo amigo de nuestro padre a quien le ofreció se encargara de la administración de la fábrica de panelas de coco. El contrato preveía que el pondría su dinero para la construcción de los galpones y el equipamiento de extensa zona costera llena de cocotales. Como contraprestación se encargaría de la gerencia y cada año nos daría una parte de las utilidades del negocio, mientras el resto la usaría para compensar el dinero invertido y su tiempo, así como la necesaria reinversión que todo negocio requiere para que siga en marcha. No satisfecho con la propuesta de Rafucho y un poco molesto Donald, temeroso que fuera a perder los reales que decía había invertido en sacar adelante un negocio difícil, acudió presuroso a un tribunal y demando a la sucesión. El juez, no tuvo mejor ocurrencia que congelar los activos que teníamos en el negocio, de tal manera que no pudiéramos hacer nada con ellos hasta que no se resolviera cuanto le tocaría a Donald por lo que había puesto en la empresa.

Ciertamente las salidas de Rafucho no siempre eran las más aconsejables y ya comenzamos a dudar de su habilidad para los negocios, solo que en este caso era el dinero de la sucesión quien estaba a riesgo. Así que más allá de las locuras de Rafucho, no podíamos dejar que Donald se quedara con nuestros bienes, así que lo único que debíamos hacer era apoyar la defensa de los bienes de la sucesión, no fuera que perdiéramos la fortuna de la familia y nuestra reputación.

Mientras esto pasa en los tribunales ya veremos como le damos una buena cueriza a Rafucho para que aprenda y cuando se de la ocasión quitarle el poder, para que no siga poniendo a riesgo el patrimonio que nos legaron nuestros padres.

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