lunes, 11 de febrero de 2008

NOTAS SOBRE EL CAMORRERO



Para época si no me equivoco tendría como trece años y estaba enamorado de Sandra. El único detalle era que ella decía estar enamorada de Luisito, quien para la fecha tendría once años, pero por su tamaño, parecía tener nuestra edad. El asunto era que Sandra no atendía mis reclamos amorosos en un tiempo que la juventud llegaba con todos sus desarreglos emocionales y éticos. Así que me dedique a asediar a mi rival. El ser el preferido de la chica de mis ilusiones juveniles le tendría que costar al menos una buena tanda de golpes, así que no perdía oportunidad para insultarlo y poner en duda su hombría delante de mis amigos. Algunos de ellos como buenos compinches me ponían una piedra en el hombro y lo retaba a que me la tumbara si es que de verdad era hombre. El asunto termino en que Luisito algo dijo que según mi ánimo justifico que iniciáramos la pelea, que gane menos por mi condición física y más por mi malicia preadolescente. Al correr de los años, mi tamaño y mi corpulencia me hizo dar cuenta que ser camorrero, podía ser negocio para otro, pero no para mí. Así que afortunadamente abandone el oficio de pendenciero, antes que fuera yo el que recibiera las palizas. Para culminar mi historia y como habría de esperar Sandra, en vez de alabar mis dotes para la lucha lo que hizo fue aumentar su desdén hacia mi persona y acudir presurosa al rescate y consuelo de quien se decía novio.

Ignoro si el espíritu camorrero de nuestros administradores este influido por los desarreglos hormonales de la adolescencia. No creo ya que todos parecen haber pasado por esta circunstancia ya hace algunos años, sin embargo como se parece. La manera como se manejo la mediación no deja de ser una serie de eventos desafortunados, donde parece que lo menos importante eran los secuestrados. En todo caso, lo que es valido para un adolescente como forma de conducta, no es la manera en que se deben manejar las relaciones internacionales, ya que al final los que recibirán los golpes, no serán los bravucones, sino los ciudadanos.

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