jueves, 19 de julio de 2007

Historias de terror a través del cable


Juana y Andrés luego de semanas conflictivas pudieron reconciliarse. Luego de arduas disputas, finalmente prospero el diálogo y la revisión de sus sentimientos apaciguaron sus rabias e inconformidades. Decidieron esa noche celebrar con una sesión de besos y abrazos en el lecho conyugal. Al calor del momento, y con el control del TV en la mano, para aumentar la excitación y el estímulo a los sentidos, pulsaron el botón que conducía a Playboy TV. Lo que apareció en pantalla, les helo la sangre y acabó con la inspiración del momento­. Chávez fúsil en mano, arremetía contra Bush y el imperio, alertaba al país que pusieran rodilla en tierra en posición de asimetría (lástima que ya hubieran perdido la posición), porque en algún momento llegarían los Marines. Al segundo lo que prometía ser una ardiente sesión de pasión, besos y lujuria, se convirtió en la eterna pelea de acusaciones que si en lugar de vagar en la cooperativa se buscara un trabajo serio, que si es que no entiende a Mi Comandante, que eres igualita a tú madre, que nunca debí haber salido de mi casa, que allí por lo menos me entendía....

Julieta tiene una hija de tan solo cinco años a quién cuida sola casi desde que nació. Vive de la trascripción de tesis de grado y documentos de diversos tipos. Su hija poca veces comprende que tenga que dejarla sola en su cuarto, mientras ella revisa que los textos, gráficos y cuadros mantengan las normas de redacción y presentación que ordena la Universidad y los quisquillosos profesores de metodología. El trabajo urge y el tiempo apremia, pero su hija poco entiende de razones, cuando quiere a su Mamá para jugar. A Dios gracias existe Discovery Kids. Espera que comience Lazy Town y Hi Fi, que siempre la distrae. Mientras mira la televisión, algo podrá adelantar. Llegada la hora y en lugar de las marionetas islandesas, aparecen unos señores gordos con uniformes militares de gala. En el centro, otro señor, más gordo aún, con traje verde oliva y boina roja, quién frente a un micrófono parece tenerla cogida con unos curas, a quienes insulta con un verbo procaz, poco apto para niños menores. Ni modo, con resignación apaga la televisión mientras lamenta el trasnocho que le espera frente a la computadora, y comienza a atender a su hija.

Si este gobierno lograra cumplir su amenaza de encadenar las televisoras de suscripción, los suscriptores pagarán no para ver los que les da su realísima gana (eufemismo con que suele denotarse a la libertad de elección), sino para mirar la deliciosa conjugación tropical de megalomanía enfermiza, culto a la personalidad y propaganda del más puro estilo totalitario.

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