lunes, 9 de julio de 2007

Lector Tardío


Me reconozco, al igual que el Presidente, un lector tardío de Los Miserables. Espléndida novela que escribiera Víctor Hugo en la segunda mitad del siglo XIX. Ciertamente debo reconocer que no la hubiera leído si no hubiera llegado a mis manos gracias a una edición gratuita del Instituto Cubano del Libro y del Ministerio de la Cultura de Venezuela, editorial “El perro y la rana” 2006. Agradezco al administrador de la hacienda pública por este obsequio.

Intuyo que lo que conmovió al presidente fue la descripción de la situación de pobreza y desigualdad descrita por el autor, quien magistralmente describe como la miseria material puede convertir al hombre en un miserable espiritual. Expone en fuerte Tiuna, frente a Gobernadores, Alcaldes, Ministro y Alto Mando Militar, como un obispo abandona el palacio arzobispal para que se use como hospital, mientras se instala en una casucha vieja. Dice que debería hacer lo mismo con Miraflores, pero creo que le falta guáramo. Propone al obispo, protagonista del primer libro, como ejemplo a seguir. Lamentablemente, y supongo que por las tareas que requiere el cargo de la Presidencia no pudo seguir en la lectura de una obra, que por cierto es bien extensa.

Si hubiera continuado su lectura, seguramente habría llegado a la historia del alcalde Madeleine, pseudónimo de Jean Valjean, ex-presidiario y fugitivo, quien llega a un pobre pueblo, fabricante de imitaciones de azabache, industria en decadencia. Madeleine desarrolla un cambio en la tecnología de procesamiento de los insumos de esta industria quebrada y la transforma en una industria floreciente. Madeleine se convierte en el benefactor de este pequeño poblado francés, gracias al crecimiento de su principal producto de intercambio. Es que para Victor Hugo parece estar claro que la prosperidad ocurre gracias al intercambio de bienes y servicios que ocurren en una economía.

En la página 268 escribe estas palabras que constituyen una de las mejores defensas que se pueden hacer del sistema capitalista de producción, en voz de Madeleine, quien está a punto de volver a ser prisionero como Jean Valjean: “¡No es para mi lo que yo hago! La prosperidad de todos irá aumentando, las industrias se despiertan, las manufacturas y las fábricas se multiplican, las familias, ¡cien familias!, ¡mil familias!, son felices; la región se puebla; nacen pueblos donde solo habían granjas, nacen granjas donde no había nada; la miseria desaparece, y con la miseria desaparece el escándalo, la prostitución, el robo, el asesinato, todos los vicios, ¡todos los crímenes!”

Se resume en esta frase el pensamiento sobre el capitalismo. Y debe entender señor presidente que logra más bienestar el señor Madeleine con su fábrica, que Monseñor Bienvenu con sus obras de caridad, sin que una necesariamente excluya a la otra.

Señor presidente, agradezco el regalo, y le recomiendo que en lugar de leer las primeras páginas, cuando lea un libro, por favor léalo completo, y si no tiene tiempo léase aunque sea uno, la monumental novela, la mitad de la literatura universal: Los Miserables.

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