miércoles, 21 de enero de 2009

MEDELLIN 1989


La noticia me toma de improviso la tarde del viernes. Mataron a Orel Sambrano en la urbanización Prebo de Valencia. El autor un motociclista que pudo propinarles varias balas, mientras Orel compraba unos videos. Semanas atrás, en la hacienda San Francisco en Tocuyito, alguien llama al Dr. Francisco Larrazábal, cuando sale a atenderlos, le descarga varios tiros en su humanidad antes de tomar su moto y huir del lugar. La muerte por encargo ronda por Valencia. No puedo dejar de conmocionarme por estos sucesos. Mis pensamientos buscan hechos análogos y a mi mente le llega el recuerdo de Medellín, para finales de los años 80.
Por esos días, un narcotraficante de nombre Pablo Escobar, era de hecho el dueño de esa ciudad. Extrañamente querido por sus obras de caridad, especialmente por las más humildes a quienes no dejaba de ayudar. Casas, fiestas, comida, todo el que buscaba al “jefe”, podía contar con su bondad. Es una fuente de empleo para los jóvenes de Medellín. Que tras de la riqueza de la nueva industria se encuentre la cocaína pareciera un detalle menor cuando la pobreza pega. Pablo Escobar obtiene un curul en el congreso colombiano el cual no puede ejercer al detectar el origen de los fondos de su campaña.
Pero mientras Pablo Escobar socorre a los humildes de Medellín, el conocido Cartel de Medellín hace de las suyas. Colombia aplica el tratado de extradición con los Estados Unidos y la ciudad se vuelve un pandemónium. La mafia se organiza y sus redes de asesinos se hacen llamar “Los extraditables”, el cual enfrenta con saña al Estado colombiano. Altos funcionarios públicos, políticos, periodistas, empresarios o policías son asesinados a diario por sicarios moto-transportados. Finalmente pierden la batalla contra la justicia y muchos de los miembros del cartel, incluido a Escobar, pagan con sus vidas.
Valencia comienza a oler a Medellín. El sicario es solo una pieza menor de un entramado que amenaza con teñir de rojo a la ciudad.

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