jueves, 21 de mayo de 2009

YO ASÍ LO DIGO


Me comentaba Yolette, qua a diferencia de lo que se piensa, el poder no cambia a la gente, sino que revela.
Luis Miquelena en un programa de opinión, cuando todavía era pieza fundamental del régimen que por esos días daba sus primeros pasos narraba una anécdota que procuraba mostrar el talante democrático de Chávez, y que por cierto confeso ante el entrevistador que le hizo llorar de la emoción. El suceso ocurrió en los días que se discutía quienes serían los candidatos para gobernadores y alcaldes de aquella elección que haría famoso a Eduardo Semtei con su “el 28, el 28”. Aquella donde se irían a relegitimar todos los poderes públicos. Chávez quería para Táchira a Ronald Blanco La Cruz, pero los cuadros tachirenses del MVR querían al sempiterno perdedor Leonardo Salcedo. Los argumentos esgrimidos por los emeverristas sirvieron para convencer a aquel Chávez, quien acepto a regañadientes que este fuera el candidato momentáneo, porque al final igualito le dieron la tarjeta a Ronald.
Si algo diferenciaba al partido era que a pesar del protagonismo de Chávez, se respiraba cierto aire de democracia interna en el MVR. Hoy, está yace en los mismos derroteros que la democracia venezolana. A la hora de decidir en cualquier elección interna los militantes no se preocupan en conocer quién es el mejor o peor candidato para tal o cual cargo, sino la pregunta fundamental es quién es el candidato de Chávez. Así pudo imponer a Mario Silva como candidato en Carabobo, Rodrigo Cabezas en Trujillo y a Wilmer Castro en Portuguesa y así por orden de Chávez fueron dejados de lado, a Acosta Carlés en Carabobo y Barreto en Caracas, a quienes ni siquiera se le permitió participar en la contienda interna. Así se controla al partido y así se controla al país.
Imagino Miquilena llorando muchas veces, pero de arrepentimiento cuando el predicador en su Aló Presidente dice como cualquier exégeta bíblico “No hay tierra privada, yo así lo digo”, hablando por encima de la constitución y de la esperanza de todo campesino, que esperaran en vano que le den su titulo de propiedad, porque ellos ingenuamente creen que la tierra debería ser de quien la trabajara y no de la Nación.

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