lunes, 8 de octubre de 2007

La ética ¿paga?


Cualquier ranking que estudie el mundo de la política y los negocios en Venezuela encontrará una dura realidad, nuestro país esta considerado como uno de los países más corruptos del planeta. El reciente informe de Transparencia Internacional (disponible en http://www.transparencia.org.es/) indica que Venezuela ocupa el lugar número 162 entre un total de 179 países. En América Latina, de acuerdo al mismo ranking solo un país es considerado como más corrupto, la atrasada Haití.

Desgraciadamente para que exista este nivel de corrupción, el régimen judicial y de controles de la Administración Pública debe actuar bajo el manto de la impunidad e ir acompañado con la aprobación social, en un país donde el que no hace real, es porque es “un pendejo“, (Uslar Pietri dixit). Este nivel de corrupción no solo atañe al sector público y a los funcionarios del gobierno. Cualquier persona, también sabe las peripecias a las que tienen que someterse las empresas para evitar las pillerías de sus empleados y de sus directivos. Por lo tanto, no es un problema solamente del gobierno, aunque allí sea donde más duele a los ciudadanos comunes, puesto que son sus impuestos los que se desvían; sino que también atañe profundamente al sector privado y su capacidad competitiva.

Si esto es así, hasta que punto es recomendable aconsejar a los empresarios, directivos de las empresas, empleados y/o funcionarios públicos que se comporten éticamente y que no busquen ganar dinero a costa de las leyes o de las políticas de la empresa, ya que con toda seguridad no serán castigado, y más bien por el contrario perderán algunos buenos negociados y la posibilidad de la riqueza fácil.

Ante esta disyuntiva, por un lado se encuentra el tema deontológico. Sencillamente la corrupción va contra los principios y por tanto, negarse como posibilidad de actuación. Pero por otra parte, y partiendo, no de criterios éticos, sino de simples criterios racionales de costo beneficio, a la larga, la empresas corruptas no son de fiar. El consumidor puede sentir que una empresa con baja reputación, seguramente tendrá poco esmero en la calidad de sus productos y servicios, y puede prever que a la larga sus ventas caerán. Por tanto, cualquier empresa que desee sobrevivir a largo plazo, necesariamente deberá aferrarse a un código ético de conducta, por que al final, aunque en nuestra Venezuela no lo parezca, la ética, si paga.

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