Todos los teóricos neocomunistas acuerdan que lo que vale es la cantidad de trabajo y no la calidad del mismo. Esto significa que en una sociedad socialista se debe pagar en función de las horas “socialmente” trabajadas independientemente del oficio que se esté desempeñando y en este sentido, 8 horas de un neurocirujano se remunerará igual que las 8 horas de un mensajero de oficina cuyo trabajo sea el traslado de papeles de una oficina a otra. Para aquel que no crea que este sea el norte, me permito citar al principal documento orientador de la acción gubernamental que es el Plan Nacional Simón Bolívar: “Avanzar en la superación de las diferencias y la discriminación entre el trabajo físico e intelectual y reconocer al trabajo como única actividad que genera valor y por tanto que legitima el derecho de propiedad”.
La premisa de la igualdad, que no necesariamente de la justicia parte de la creencia que la fuente del valor es el trabajo socialmente necesario, y de allí que a cada quien según su capacidad y a cada quien según su trabajo como diría el mismo Karl Marx. No parece casualidad que el gobierno haya dejado como única política salarial mantener el incremento anual del salario mínimo.
Las consecuencias han sido obvias, un empobrecimiento muy significativo de los trabajadores especialmente del sector público. Esto no puede ser de otra manera, porque esa es la consecuencia tras cuatro años de caída de la economía, producto de la falta de inversión que genera el poco estimulo que recibe en Venezuela la actividad empresarial, cada vez más atorada en controles.
El detalle es que las elecciones presidenciales se acercan y los números no terminan de cuadrar. Mantener el principio socialista para que el salario de un obrero sea igual que el de un profesional universitario, puede tener consecuencias electorales adversas si se insiste en la igualación hacia abajo. Así que por un momento, se abandona el principio socialista y se reconocen las diferencias entre las diferentes actividades económicas.
Dentro de la estrategia electoral, cede parcialmente ante las presiones de enfermeros y profesores, modifica el tabulador del sector público e incrementa en 26,5% el salario mínimo en dos etapas. Los incrementos no compensan la perdida de tres años de estancamiento de los sueldos y salarios, los trabajadores saben que en pocos meses el incremento se habrá diluido con nuevos incrementos de precios, pero agarrando aunque sea fallo.
El gobierno sabe mucho de elecciones y poco de economía, le molesta que el ser humano sea el ser humano (que primero piense en si mismo y luego en los demás), mientras construye la utopía socialista y espera al hombre nuevo destruye el bienestar de la gente. Será imposible que entienda que solo habrá mejoras en los salarios reales en una economía floreciente que ofrece la libertad económica y la iniciativa privada. ¿Entenderá la gente lo que el gobierno no entiende?
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