lunes, 2 de marzo de 2009
27F VEINTE AÑOS DESPUÉS
“Nadie coreaba la Internacional”. En su estilo Cabrujas reseñaba el carácter para nada político de la revuelta popular de los días 27 y 28 de febrero. Al contrario, lo que se pudo ver fue la arremetida contra los pequeños comercios. La gente con cajas de detergentes o reses enteras al hombro, televisores o cuanto artefacto podían tomar y llevarse con las manos. Más que un acto de reivindicación política fue un acto de malandraje masivo, al cual hoy se le quiere dar un gesto heroico de un pueblo enardecido. La indignación de los pasajeros frustrados de Guarenas, fue seguida por la oportunidad de llevarse algo gratis para sus casas.
Pero si, la gente estaba molesta. Días antes el desabastecimiento ocasionado por el desconocimiento de la nueva administración de las cartas de crédito en un país que no se mueve sin importaciones, diez años de estancamiento económico y quince con incremento en los precios. Para ese momento era imposible pensar que la culpa era del neoliberalismo. Si en algún lugar había que buscar culpables fue en la errada política de controles impuesto por Jaime Lusinchi. Pero el llamado paquetazo le decía a la gente que tenía que pagar por algo que no había hecho, y eso lo constató el lunes 27 de febrero cuando el chofer de la buseta le dijo a Yuleisy cuanto costaba un pasaje para Caracas.
Luego el gobierno sobrepasado en su capacidad de respuesta, tuvo que reprimir, con el ejército. Años después uno de los tiburones, sabía lo que eso significaba y un 11 de abril, se negó a contener una manifestación a Miraflores y por unas horas el actual presidente, dejaba la silla.
La represión siguió por varios días. La ultraizquierda creyó que estaban dadas las condiciones estructurales de la revolución y en los barrios combatieron al ejército. La recuperación de bienes, aterrorizó a los humildes, que veían como militares arremetían en sus viviendas buscando televisores o equipos de sonidos robados. No fueron precisamente delicados en esta tarea y pagaron juntos inocentes y pecadores. Desde aquellos días y hasta hoy, Venezuela se encuentra partida en dos.
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