jueves, 21 de octubre de 2010
LA VENTA
Conozco a Julián desde que éramos niños. Inteligente y reflexivo, era el cerebrito de la clase. Tenía ese tipo de talento que lo haría un tipo exitoso en cualquier parte del mundo, menos en Venezuela. Con estudios de cuarto nivel, decidió dedicarse a la docencia universitaria. No parecía mal negocio, los profesores que lo modelaron vivían en quintas, tenían sus buenos carros y conocieron el mundo a través de viajes. Tenía como todos, la ambición que su nivel de vida mejoraría paralelamente a su desarrollo profesional.
Quizás un poco ingenuamente no contaba que la Universidad sería víctima sucesiva de malos y luego de intolerantes gobiernos, que no perdonarían su espíritu crítico y su talante democrático. A pesar que los sueldos no eran muy altos, con lo beneficios laborales e importante sacrificios pudo comprarse un carro confortable y un apartamento en una zona acomodada de la ciudad.
En algún momento los incrementos salariales se detuvieron. Pero la persistente inflación de décadas, no se detuvo. Un día, se percato que el dinero no alcanzaba para pagar las cuentas. Que debía hacer maromas para pagar las cuotas de condominio, la hipoteca y el colegio de los hijos. Así que a pesar de las recomendaciones de sus colegas que enseñaban finanzas, abultó las deudas de sus tarjetas de crédito a fin de pagar sus obligaciones mensuales. Pero fue un mal negocio, asi que a sus egresos cotidianos, debió apartar lo correspondiente a pago de amortización e intereses de la tarjeta.
Al cabo de un tiempo, acudió a un préstamo de su caja de ahorro y a los meses, pidió un adelanto de sus prestaciones sociales. Contaba que la situación mejoraría y que la lucha gremial rindiera sus frutos y que pronto le ofrecerían los honorarios que sencillamente merecería. A los meses había agotado el dinero que hubiera aliviado su salida laboral o cualquier contingencia futura. Sin embargo no dejaba de soñar, ahora mientras vende el carro de su esposa para pagar deudas atrasadas, no deja de pensar con una casa con jardín, piscina y parrillera.
El administrador nacional, parece que también tiene sus problemas de caja. Los chinos se muestran presurosos a prestar dinero y sin preguntarle a nadie vende refinerías a inversionistas privados rusos, sin pensar siquiera si era buen negocio o si alguien pudiera pagar mejor. Éste no deja de soñar, sueña con plantas nucleares y se compran tanques para guerras fantasmas. Sus sueños de dictador son más importantes, que la vida de los profesores universitarios o cualquier otro profesional dedicado a la función pública. Será que algún día regresará la sensatez al país.
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