miércoles, 16 de diciembre de 2009

EL SALTO ATRAS


En la Venezuela colonial se conocían como salto atrás, a los hijos de blancos con rasgos negros o indios. La expresión no deja de ser típica de aquella época, dada la primacía social de los blancos, dejando a las otras razas el papel de esclavos o encomenderos. A fin de cuentas un niño colorido en una familia blanca siempre era considerado un retroceso.
Quitándole la connotación racista, podemos hablar de salto atrás a cualquier situación que nos aleje del progreso. A pesar de todas las críticas a este término que vienen desde el postmodernismo, y que no dejan de tener sentido, se puede pensar que el mundo tiende hacia sociedades cada vez más libres, democráticas y justas; así que cualquier hecho histórico que implique retroceder en estos temas se pueden conocer como un salto atrás.
Por estos días se cumplen diez y veinte años de dos hechos de importancia primordial de la Venezuela contemporánea. La elección de los primeros gobernadores y alcaldes en 1989 y la aprobación de la nueva constitución en 1999. Tienen en común que en ambos se reconoce el derecho de los pueblos para decidir sobre su destino. Ese derecho lo adquirió y difícilmente le podrá ser arrebatado, a pesar de las sombras totalitarias que despuntan en nuestra patria. Sin embargo sus connotaciones son totalmente distintas. La primera responde al afán modernizador de la pujante Venezuela ante el declive de los primeros gobiernos democráticos. Se dejaba de lado el paradigma que las cosas la resolvían unos sabios tecnócratas desde la capital y que la provincia podía resolver sus propios asuntos. A partir de ese momento las regiones y los municipios adquirieron cada vez más responsabilidades, y las políticas públicas beneficiaban más a sus ciudadanos, quienes tenían mayor acceso al poder.
Diez años después y precisamente debido al fracaso de los gobiernos federales de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, es electo el Tte. Cnel. golpista, Hugo Chávez. El pueblo en una expresión que Joaquín Villalobos llamó borrachera electoral, escogió una constitución, que detrás de los caramelitos, que terminaron en pura letra, de la participación ciudadana y los derechos ciudadanos, dio preeminencia al poder ejecutivo sobre los otros poderes, aumentando en la práctica el control del presidente, alejando al ciudadano cada vez más del poder y concentrándolo en una sola persona. Un verdadero salto atrás.

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