miércoles, 4 de febrero de 2009

LA DECADA DE LA INTOLERANCIA


Ascendió sobre los escombros de los partidos. Se montó en la anti-política que ya había dado su alerta en figuras como Jorge Olavarría, Andrés Velásquez y el mismo Rafael Caldera. La ilusión que la democracia nacida el 23 de enero traería prosperidad se derrumbó por la corrupción y la imposibilidad de diversificar nuestra economía. Cuando los precios del petróleo colapsaron, cuando la renta petrolera no pudo seguir alimentando la economía nacional, Venezuela se estancó. En época de crisis la población buscó un mesías. Del Ta´barato pasamos al Viernes Negro, la devaluación del bolívar, la inflación, el desempleo y los dolorosos ajustes económicos. Para la crisis se buscó al hombre fuerte, al del discurso del “por ahora” en la rendición en el Museo Militar. El vengador justiciero de los pobres o el hombre duro que lo protegiera y que hiciera valer el poder del Estado. Con verbo fácil se identifico con las demandas populares y el golpista del 4 de febrero, el promotor de la abstención como fórmula de llegar al poder, utilizando la “ventana táctica” de las elecciones que le aconsejara el patriarca Miquilena se hace del poder.
Desde aquel momento la Venezuela que se había incorporado con ciertas deficiencias al mundo moderno, vio como toda la construcción para la convivencia social se quebraba en pedazos. Para transformar la constitución se violó la carta magna, con la venia de la Dra. Sosa, por cierto. Con algo más del 50% de los votos, consolido una mayoría en la Asamblea Nacional Constituyente con el 90% de sus miembros partidarios del régimen. La Constitución que salió de allí disto mucho de ser un acuerdo social. En esos días la reelección solo era buena por una sola vez y no más. Pero el período presidencial se alargo a seis años, el más largo previsto en cualquier constitución hoy día.
Comenzaron los discursos, didácticos para sus partidarios, fastidiosos para otros, pero siempre incitador y violento. Pero, algo estaba claro, cuando el hablaba, nada era más importante. Más trascendental que la novela o la serie policial, era su palabra. Los límites que el Estado de Derecho impone a los gobernantes, no están hechos para él. Buena parte de la población no se lo caló y empezó a desear su salida de la presidencia. Paros cívicos, marchas como nunca antes se habían visto en el país, cacerolazos en cadenas, rompieron la convivencia social. El 11 de abril baño con sangre el suelo de la patria. Desde ese momento en el país parece no existir adversarios, sino enemigos. El paro del 2002, descalabro la economía nacional y permitió al régimen tomar el control de la industria petrolera que a partir de ese momento será destinada a la defensa de la revolución, más que para el bienestar del país mientras las fuerzas armadas eran depuradas para convertirla en una organización cada vez más militantes y menos institucional.
Cuando un consultor mexicano le advirtió en el 2003, que en el caso de un referéndum él sería revocado, se dio cuenta que su gobierno no tenía ninguna obra que mostrar. El susto de perder el poder idearon los programas sociales que más propaganda han tenido en toda la historia de Venezuela, “las misiones”. Al fin la gente humilde sintió correspondencia con el gobierno. Menos eficaces que la masificación de la educación y la salud en los 60, con muchas deficiencias en la calidad, pero el cometido político se logra y alimenta una base de dato, que luego es utilizada en el acarreo electoral.
Desde el gobierno se desconoce en la práctica, la existencia de los opositores. A pesar que tras el referéndum que no fue revocatorio del 2004, Fidel le dijera que 4 millones de personas que votaron por la revocación no podían ser todos oligarcas, para su gobierno, igual son enemigos. Si el pueblo de Caracas, elige a Ledezma Alcalde o Pérez Vivas gobernador, se les quitan sus activos, se invaden sus dependencias o secuestran a sus funcionarios, bajo la mirada indiferente de la fuerza pública.
Pero mientras la oposición aprende, lentamente, con las dificultades propias de su condición humana, entiende que su compromiso es gobernar bien, no salirse del sendero democrático y alejarse de los atajos golpistas con la que algunos de sus dirigentes coquetearon en el 2002, diferenciarse de lo que se muestra de Miraflores, acercarse a los humildes sin arrogancia, el gobierno por el contrario busca conflictos, el régimen vive de la polarización. De enfrentar a ricos y pobres, reviviendo la falsa antinomia de la lucha de clase, que tanta desgracia trajo a la humanidad. Su pensamiento militar, solo concibe la destrucción del enemigo y la toma de espacios para la revolución. Al final ésta no puede perecer por formalismos institucionales, como la alternabilidad. La revolución se tiene que imponer aunque se encuentre en minoría y haya que preguntarle a la gente una y otra vez lo mismo. Y mosca si vas a un CDI y no vas a votar, porque estás fichado y puede ser que te consideren opositor, con todo lo que eso implica.

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