No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico.
Aristóteles
La palabra gobernabilidad refiere según los diversos autores a dos tipos de situaciones, la primera refiera a la estabilidad en el funcionamiento de un Estado, es decir que los ciudadanos puedan llevar una vida normal y un gobierno que atienda sus funciones para que esto sea posible. La otra situación, es algo más profunda y refiere a un gobierno funcional que asuma de manera eficaz y transparente su gestión y pueda en un ambiente democrático incrementar el bienestar de sus ciudadanos.
Quizás la principal razón para que exista un gobierno, es el control de las acciones de los individuos, que en alguna circunstancia que se sientan libre de hacer lo que le venga en gana, hagan precisamente eso, generando una situación de caos donde la vida y los bienes de los ciudadanos se ponga en peligro inminente. Que exista gobierno no significa que exista gobernabilidad. Sucesos como lo ocurrido en Venezuela (2002), Argentina (2001), Ecuador (2005), Bolivia (2003, 2005) y en varios países del Oriente medio (2011) muestra situaciones donde mantener a la gente tranquila en sus quehaceres habituales puede resultar una tarea complicada. En ocasiones la solución requiere de un cambio de gobierno y en los casos más extremos la guerra civil. Nada más peligroso que la ausencia de gobierno.
Precisamente porque atañe a la gobernabilidad, específicamente a la primera señalada, una enfermedad que se anuncia como grave de un jefe de estado, es precisamente un asunto de estado (perdón por la redundancia) y por tanto algo que atañe a lo público. Esto implica, por respeto al soberano, que la gente tiene que saber la verdadera condición del presidente. No es el capricho de un funcionario determinar que es lo que tiene que saber, sino una obligación en un país democrático.
Todos los países tienen en sus costumbres y preceptos constitucionales la manera en que se atienden las crisis políticas. El desarrollo institucional del país es la variable que dicta hasta que punto se respeta los derechos constitucionales para resolverlas. El hecho que el vicepresidente no haya sido formalmente designado como presidente encargado mientras duro la convalecencia del presidente en Cuba, demuestra la vulnerabilidad de estas normas en Venezuela.
Por lo general un proceso nominal o verdaderamente revolucionario, requiere un liderazgo fuerte, pero a su vez que los posibles sucesores mantengan la misma fortaleza o incluso superior. Las revoluciones giran en torno a personas y no a instituciones, y por tanto debería existir una garantía personal sobre quien deben recaer las decisiones, en caso de la ausencia del líder. En Venezuela esto no existe, puesto que todo gira en torno al único líder. Por tanto ante una institucionalidad tan debilitada, si se diera una crisis política de envergadura por la ausencia o incapacidad de la figura presidencial, la gobernabilidad en su sentido más básico pudiera resquebrajarse.
Por los momentos la salud del presidente, más que la salud institucional es la garantía de gobernabilidad de nuestra república. Con unas instituciones sanas, la enfermedad de un presidente, sería simplemente un evento, que se resolvería dentro de los canales institucionales. En un gobierno revolucionario, fuertemente personalista fundamentado alrededor de un liderazgo carismático la enfermedad presidencial pudiera desatar la caja de pandora de la ingobernabilidad. La garantía que esto no ocurra la tienen la madurez de los actores políticos y de la Fuerza Armada, que desde 1958 a la hora que de verdad han requerido su concurso, han sabido responder a la nación y no a los intereses políticos.
Ahora bien, y que pasa con la otra gobernabilidad, aquella vinculada con el término que los especialistas conocen como gobernanza. Pues muy fácil, esta no existe en Venezuela desde hace más de veinte años. Solo se vislumbra en algunos gobiernos regionales y locales, los cuales a su vez, cada vez tienen menores recursos para mantenerla.
Para que la verdadera gobernabilidad se logre, es fundamental un cambio en la gestión pública, que parece solo ser posible, a través de un cambio en la dirigencia de los que hoy conducen nuestros destinos, quienes mediante un gran acuerdo de convivencia nacional, cambie el modelo de desarrollo que actualmente sufre la sociedad venezolana.